Foto: Copa Chenel
Foto: Copa Chenel
La Copa Chenel se ha convertido en uno de los pocos circuitos que realmente pueden cambiarle la vida a un torero. No solo porque ofrece tardes, escaparate y televisión, sino porque además se ha vuelto una especie de termómetro para medir quién tiene algo que decir en una tauromaquia cada vez más cerrada. Y en estos días, ante el revuelo que se ha formado en redes sociales sobre los nombres que no deben faltar en la próxima edición, desde tendidodigital queremos también poner varios nombres sobre la mesa, nombres que por justicia, mérito y momento deberían estar sí o sí en los carteles: Emilio Silvera, Pepe Moral, Mario Navas y Rubén Sanz.
Emilio Silvera es, probablemente, uno de los casos más evidentes de toreros a los que el sistema les ha pasado de largo sin justificación. Tomó la alternativa con una proyección que invitaba a pensar en un futuro lleno de oportunidades, pero la realidad fue otra: después de ese día apenas ha tenido tardes para demostrar quién es, y eso, en un toreo tan cruel con el silencio, pesa como una losa. Lo sorprendente es que, pese a esa falta de continuidad, cada vez que se ha vestido de luces ha dejado señales inequívocas de su concepto: un toreo templado, inteligente, limpio, de los que se basan más en la hondura que en la estridencia. Silvera es de esos toreros que no necesitan gestos exagerados para transmitir; lo hace desde la naturalidad y desde una personalidad que no se parece a la de nadie.
Pero su importancia va más allá de lo artístico. Representa a toda una generación de matadores que, sin saberse muy bien por qué, han quedado fuera del radar mediático y empresarial. Y justamente para eso nació la Copa Chenel: para rescatar a toreros buenos, perfil bajo pero esencia alta, a los que la inercia del sistema ha condenado a la sombra. Silvera encaja en ese perfil con una precisión casi quirúrgica. No pide campañas ni favores, pide lo que piden los toreros de verdad: plaza y responsabilidad. Y cuando un certamen presume de meritocracia, de oportunidades reales y de justicia taurina, lo lógico —y lo honesto— es que toreros como él estén dentro.
Foto: Plaza 1
En el caso de Pepe Moral, su trayectoria habla por sí sola. Ha demostrado en plazas de máxima exigencia como Sevilla y Málaga que es un torero grande, con un valor sereno y un toreo que cala. Y quizá lo más admirable de todo es su capacidad para renacer tras descender a los infiernos, para volver cuando muchos pensaban que ya no volvería. Su madurez y su forma de expresarse en la plaza encajan perfectamente con el espíritu de un certamen que busca verdad por encima de marketing.
Foto: ABC
Mario Navas, por su parte, ofrece un concepto que está muy por encima de su edad. Es un torero que posee un gusto exquisito, una manera de torear que desprende pureza y naturalidad, tanto que el propio Rafael de Paula apadrinó. Tras su alternativa en Valladolid no ha tenido apenas oportunidades y está temporada solo ha toreado un festival en una plaza portátil. En un circuito que presume de dar voz a los que tienen algo distinto, Navas es imprescindible: representa el futuro, pero con un sabor a torero antiguo que no se encuentra todos los días.
Rubén Sanz simboliza la constancia, el trabajo en silencio y la entrega sin tiestos. Años luchando, toreando donde se le llama y respondiendo siempre con seriedad. Su toreo, honesto, clásico y sin artificios, conecta con la afición porque desprende verdad desde que se abre de capote. Pero si hay una tarde que marcó un antes y un después en su percepción pública, esa fue su actuación en Soria, una faena que armó un enorme revuelo en X (Twitter), donde decenas de aficionados —y no pocos profesionales— reclamaban que se le diera un sitio de mayor responsabilidad. Y, aunque finalmente se le abrió una puerta, fue una corrida dura en Madrid, una tarde torista de septiembre en Las Ventas que no le permitió expresar su concepto, mucho más propicio en otros encastes y otro tipo de toro que le permiten templar, gustarse y construir faenas largas.
Precisamente por eso la Copa Chenel es un espacio ideal para él: porque ofrece variedad de encastes, oportunidades reales y un marco donde toreros como Sanz pueden mostrar quiénes son de verdad. Y Rubén Sanz tiene mucho que decir si se le escucha con un toro que le deje hablar.
Si de verdad la Copa Chenel quiere seguir siendo ese espacio donde el esfuerzo pesa más que la etiqueta, estos nombres deberían estar dentro.
No por capricho, sino porque sus trayectorias, su entrega y lo que representan encajan perfectamente con el espíritu de un circuito que nació para dar oportunidades… y para darlas a quienes las merecen.